ALICE GUY Y LOS COMIENZOS DE LA CINEMATOGRAFÍA

Por: Diego Beltrán


Alice Guy, 1896

Alice Guy es más que la primera directora de cine de la Historia, también, fue una gran y prolífica artista que influenció el desarrollo del arte cinematográfico. Inició su carrera por accidente, en la compañía Gaumont y, allí, realizó más de mil películas entre las que se cuentan un aproximado de cien sonoras primitivas.

Considerada pionera, al igual que los hermanos Lumière, Georges Méliès o George Albert Smith, se mantuvo en la industria mucho más tiempo que la mayoría de ellos y fue también precursora en el sentido de ser la primera mujer dueña de una productora audiovisual: Solax Studios. Esto, en una época en la que las mujeres eran relegadas a un segundo lugar: el del cuidado del hogar.

Fue, definitivamente, una excepción de su tiempo, mezcla de azar y esfuerzo pero, más que nada, expresión de un momento en pugna por un cambió que no llegó a concretarse.


Alice Guy
El 24 de febrero de 1848, el mismo mes en que se publicaba el Manifiesto del Partido Comunista, estallaría la revolución en Francia. La clase trabajadora junto a la pequeña burguesía impulsaría la insurrección que llevaría a la expulsión de la monarquía para luego obligar a la pasiva burguesía a tomar el poder y declarar la república. Dicho acontecimiento sacudiría los cimientos de toda Europa y enfrentaría por primera vez, según Marx, a las dos clases de la sociedad moderna: la burguesía y el proletariado.

Instalada en el poder, la burguesía demostró su incapacidad para responder a los problemas y demandas hechas por las clases sublevadas, las sometieron a cruel matanza destruyendo las esperanzas de una revolución social y provocando un impacto en las relaciones económica que, poco a poco, inducirían a una crisis.

Valparaíso. Avenida de las Delicias (actual Av. Argentina), 1874


Trabajadores, campesinos y pequeños comerciantes se vieron lanzados a la ruina. Algunos contaban con la posibilidad de dejar el país y marcharon a buscar fortuna allende el continente. Entre ellos nos encontramos a familiares de Alice Guy que llegan a Chile, comienzan una nueva vida y la mayoría de ellos llega a ser parte de la casta privilegiada de ese país. Unas generaciones después, los padres de la futura cineasta, en matrimonio arreglado, enlazarían vínculos para hacerse dueños de una cadena de librerías de prestigio en Santiago y Valparaíso.

Alice no nace en América sino en la Región parisina el 1º de julio de 1873. La dejan a cargo de su abuela, en Suiza, durante sus primeros tres años de vida. Su infancia se desarrolla entre Chile, Francia y Suiza, donde se educará bajo los valores religiosos del momento y de su clase. La cultura de estas tres naciones influenciará su formación.

En su juventud se establece en París junto a su madre; para entonces, divorciada y en quiebra. Allí estudia mecanografía y busca trabajo. Un conocido de la familia la recomienda como secretaria en Le Comptoir Général de Photographie, propiedad de los hermanos Felix-Max y Jules Richard. Cuentan con Léon Gaumont como segundo a bordo. Él se convertirá en jefe de Alice y cabeza de la que es, hasta hoy, la compañía más antigua de la historia del cine.


La pionera
El 22 de marzo de 1895 Gaumont, su secretaría, inventores e inversionistas, asisten a una presentación privada del Cinématographe, ofrecida por la familia Lumière. En dicha proyección se exhibirían algunos de los filmes que, posteriormente, harán parte del programa exhibido a fines de ese año en Le Grand Café Capucines. La intención de los Lumière era despertar el interés comercial de los asistentes en el novedoso aparato. Según se cuenta, todos se sintieron atraídos por las posibilidades técnicas y financieras que planteaba el artefacto. Veían, sobre todo, oportunidades de desarrollo en el campo de estudio de la mecánica del movimiento y la fotografía. La joven secretaria Alice Guy tenía otra idea: para ella lo más impactante eran las posibilidades narrativas de ese medio.

Léon Gaumont, 1920


Al respecto, nos dice en sus memorias:

"Pensé que se podría hacer algo mejor que esas películas de demostración. Armándome de valor, le propuse a Gaumont que podría escribir una o dos escenitas y hacer que unos cuantos amigos actuaran en ellas. Si el desarrollo futuro de las películas hubiera podido preverse en ese momento, nunca habría conseguido su consentimiento. Mi juventud, mi inexperiencia, mi sexo, todo conspiraba contra mí. Pero sí que recibí el permiso, con la condición expresa de que esto no afectaría a mis tareas de secretaria." (Alice Guy Blaché. Memoirs. En: Alison McMahan. Alice Guy Blaché. Madrid: Plot, 2006. p. 63.)

Siguiendo el régimen impuesto, entre el trabajo administrativo y creativo, para mayo de 1896 logra realizar La Fée aux choux (La dama de las coles), una de las primeras películas de ficción de la historia, apenas superada por los Lumière con su L'arroseur arrosé (El regador regado, 1895), una pequeña escena cómica en la que un jardinero es objeto de la broma de un muchacho y que se considera la primera película de ficción. Alice parece ir un paso más allá al presentar una pequeña historia fantástica, basada en mitos tradicionales, donde un hada recoge bebés de entre coles gigantes para regalar o vender a futuros padres. Fue su primer metraje y su primer éxito que tuvo dos remakes, debido al desgaste del original que tuvo mucha demanda de copias.

Ante los réditos, Gaumont descubrió las cualidades artísticas de su empleada y le permitió continuar al frente de la creación cinematográfica de su compañía como jefe de producción. Guy aprovecha esa libertad para enfrentar y desarrollar su propio estilo. Después de un período de aprendizaje primario donde imitaba aquellas obras bien logradas de sus contemporáneos —como lo hacían todos en aquellos días—, retoma las creaciones originales con las que demuestra comprensión del oficio y manejo dramático de la narrativa, la puesta en escena, los valores de plano y el fuera de campo. Sirva de ejemplo títulos como Sage-femme de première classe (Partera de primera clase, 1902), La charité du prestidigitateur (Caridad sin recompensa, 1905) y Madame a des envies (Madame tiene sus antojos, 1907).


Las fonoescenas
El cronófono de Gaumont, patentado en 1901, era uno de los principales intereses comerciales de la compañía a comienzos del siglo pasado. Capaz de proyectar películas con sonido sincronizado, este artilugio, unión mecánica del fonógrafo con el cinematógrafo, buscaba impulsar la comercialización del cine sonoro. Su éxito residía en su avanzada tecnología que permitía hacer la proyección con cierta funcionalidad, manteniendo una sincronía estable. Esto le aseguró ponerse a la cabeza del mercado ampliando su distribución fuera del país galo y más allá del continente.

Cámara cronofotográfica reversible Demenÿ-Gaumont


El primer metraje sonoro de la compañía fue presentado al público en 1902 y mostraba diferentes segmentos: uno donde aparece el propio Léon hablando sobre el invento y otros más con bailarinas presentando su coreografía al son de la música. Es probable que estos últimos los haya dirigido Alice Guy. Aunque la primera fonoescena, fechada en 1894, fuese hecha en los estudios de Thomas Alva Edison, esta y otras producciones de Gaumont llegarían a un techo más alto, principalmente por su exploración narrativa, por ser proyectadas al público y distribuidas junto con el aparato por todo el mundo.

Justamente el aporte de Alice fue en el campo creativo, imprimiendo en la mayoría de películas sonoras primitivas su propio punto de vista. De allí salen interesantes actualités, que se podrían considerar las predecesoras de los filmes musicales, que mostraban cantantes de ópera, música popular o de Café-Concerts de diferentes países interpretando sus obras más famosas. También en ellas es de resaltar la puesta en escena, siempre teatral y muy estática. Claramente, se priorizaba la sincronización de la música con el movimiento de los labios, lo que hoy solemos llamar lip-sync. En algún momento se pretendió experimentar con proyectos narrativos de los que se conservan guiones. Valdría la pena indagar en ellos el tratamiento que se hacía del diálogo.

A pesar del avance técnico y la inversión económica, el manejo del cronófono no era sencillo. Se desarrollaron diferentes versiones y todas resultaron engorrosas, bien fuera por la fragilidad de las conexiones, la corta extensión de los cables, la mala amplificación del sonido, la cuestión de la sincronía, o por la corta distancia necesaria para grabar la voz, que acarreaba el uso del playback y, por tanto, resultaban actuaciones rígidas. Todo esto, sumando a la guerra de patentes terminó liquidando el negocio antes de la Primera Guerra Mundial.


Los nuevos estudios Solax en construcción, 1912


El olvido
En 1906, Alice se casa con Herbert Blaché; el año siguiente abandona su carrera para irse con su esposo a los Estados Unidos, como parte de una estrategia de Gaumont para introducir el cronófono en ese país. El puesto de jefe de producción que tenía Alice, pasa a Louis Feuillade, antiguo ayudante suyo que pasaría a la historia del cine como el director más prolifico.

Ella permanecerá en la América del Norte el resto de sus días, con una excepción, y durante los primeros años se dedicará exclusivamente al hogar: a ser madre y ama de casa. La torpeza de su marido para los negocios les obligará a abandonar su objetivo inicial para trasladarse a Nueva York, donde Herbert dirigirá la filial de Gaumont hasta quebrarla. Con el edificio vacío, la pareja alquilará un piso para montar la Solax. Guy se encarga de la producción y Blaché es el gerente. La sociedad se mantiene hasta 1913, cuando él decide crear una compañía cinematográfica propia que funciona en el mismo edificio y usa los mismos insumos. Solax desaparece en 1914. Aún así, Alice continúa en el negocio empleándose en diferentes lugares hasta que, en 1920, tras muchos ires y venires, trabaja en su última película como directora, junto a Léonce Perret y Herbert Blaché, con quien ya no vive y está a punto de divorciarse.

Los años de 1922 a 1927 abarcan el regreso a Francia junto a sus hijos en una búsqueda de trabajo que resulta inútil. Al darse cuenta de que el sonoro se volvería la regla, le pide trabajo a Gaumont arguyendo su experiencia como pionera en ese campo. Su jefe la ignora y le da el puesto a uno de sus hijos. Alice regresa a Estados Unidos y, horrorizada, descubre que las copias de sus películas no aparecen; sin ellas, le resultará imposible conseguir un empleo. El advenimiento de la crisis económica la hará depender de sus hijos.

En la historia de Gaumont, publicada en 1930, no se la menciona ni se le mencionará hasta después de la muerte del patriarca y a pesar de las peticiones de ella. Desde entonces, y hasta que muere en 1968, estará en una lucha constante para ser reconocida como pionera y encontrar sus primeros trabajos, muchos perdidos o atribuidos a otros. Recibirá muy escasos reconocimientos en vida y no volverá a ver su trabajo de pionera.

Alice Guy-Blache, 1955



Mujer y cine
No sería justo decir que Alice Guy es una mártir del sistema patriarcal y reducirla a la condición de víctima. Sobre todo, no sería cierto. Realmente, fue una mujer que vivió mejor que la mayoría de sus coetáneas y que expresó en su obra el punto de vista reaccionario de la élite a la que perteneció y con la que siempre comulgó. Así, en alguna película llegó a criticar en tono satírico a las sufragistas y al movimiento feminista de su época. Sin embargo, son indiscutibles el maltrato y el olvido que sufrió por parte de la sociedad machista que la usó a su antojo para después borrarla. De esta experiencia extraería nuevos aprendizajes en relación a su posición como mujer.

Por tanto, es difícil no encontrar en sus filmes algún asomo de rebeldía o inconformidad aunque, claro está, inofensivo. Son de destacar sus personajes trasvestidos, la mayoría mujeres, en una época en que era inusual contratar a tantas. En años recientes, su figura se ha convertido en paradigma de resistencia contra el machismo dentro del oficio. Estas contradicciones explican la realidad de un medio que se enfrenta a la degeneración, la corrupción y se condena, al haber perpetuado el abuso como práctica.

Algo similar se puede decir del sistema capitalista que lo sustenta. Así, por ejemplo, bajo la actual pandemia, en Colombia, la brecha salarial y de desempleo se ha abierto significativamente entre hombres y mujeres. Los últimos indicadores marcan una diferenciación en el desempleo del 77 % en detrimento de las mujeres. En el cine la cifra es menor pero esto no significa que las prácticas de abuso no existan. Todo esto es el resultado de un sistema que pone las ganancias por encima de la salud y la vida humanas. El respeto a la mujer no existe más que como mercancía; menos, si hablamos de trabajadoras.

Hoy en la Internet se encuentran algunos de los filmes de Alice Guy. En ellos se descubre a una pionera del cine de la misma estatura que Méliès o los Lumière. Lo único que merece nuestro desprecio y ser enviado al olvido es el sistema capitalista y, con él, toda forma de opresión.

 

Comentarios

Entradas populares